jueves, 26 de enero de 2012

Verdad y escritura

La posibilidad de haber muerto sin haber escrito nada notable, nada que merezca la pena ser leído. Es una nueva dimensión de la prisa. Lo que antes era prisa por sí misma, una extensión del ego, ahora es prisa porque el tiempo se acaba. De hecho, ya podría haberse acabado.

Estoy viviendo de más.

Hemos hablado de la mentira y de la poesía. La poesía sirve para camuflar la verdad. Es fácil escribir un poema y esperar que se den varias coincidencias improbables: la primera que alguien lo lea; la segunda que además de leerlo lo comprenda; la tercera que eso que ha comprendido coincida con la verdad que uno quería mostrar.

¿Uno quiere mostrar la verdad?

Hemos hablado de la mentira y el diario. Es imposible llevar un diario. ¿Es necesaria la verdad en un diario?

Imaginemos algo: imaginemos que vamos a escribir un texto que sabemos que nunca nadie va a leer. ¿Seríamos así más sinceros?

miércoles, 25 de enero de 2012

En medio del camino

Alguien ayer repitió las palabras que inician el poema: “Nel mezzo del cammin di nostra vita…” y se refería a los cuarenta y tantos años: la época en la que ya tenemos una historia detrás, pero aún tenemos tiempo por delante y capacidad para encauzar ese rumbo.

Yo no tengo esa capacidad. Ni siquiera tengo esa historia. Por eso trato de rescatarla. Por eso me sumerjo en los recuerdos.

Mientras los otros hablaban, yo encontraba pocos motivos de alegría, ni de gratitud. Sólo la sensación de que estoy muerto. Estoy muerto.

Yo también tengo un poema escrito en el que cito ese verso. Supongo que es un lugar común. Pero eso era antes. Ya no vale la pena. Lo que está hecho, hecho está ya. ¿Para qué cambiarlo?

martes, 24 de enero de 2012

Breña Alta

Siempre que he querido quedarme en algún sitio, había detrás una mujer. Y no hablo de ahora: ni de la juventud ni de la madurez. En eso debí ser muy precoz. Pero si pienso en las mujeres canarias, me cuesta.

No es tanto que me cueste, como que todo ha quedado oscurecido. Mi cuerpo herido y todo oscurecido.

Hay un tercer vértice: Breña Alta o La Breña, “si no se especifica es siempre Alta”, en la isla de La Palma, tierra de tabacos y de volcanes vivos: la isla bonita y tierra de mujeres hermosas.

Mi cuerpo herido, sombras que relativizan todo y la isla de La Palma.

lunes, 23 de enero de 2012

Plaza de Santo Domingo

No queda mucho tiempo. Y miro hacia atrás irremediablemente. Tengo que recomponer la historia.

Hasta los once años fui, prácticamente, cada verano a Las Palmas. Claro que hay lugares míticos: la plaza de Santo Domingo, en Vegueta, o la playa de Las Canteras. Si pudiera elegir dónde vivir uno de los sitios entre los que tendría que decidirme sería el número 5 de la calle Pedro Díaz, en el barrio de Vegueta. Era la casa de la tía Concha. Aunque también me encantaba la del tío Perico, que era abajo. No eran tíos míos, sino de mi madre.

No sé por qué recuerdo tanto el spot televisivo de Condal, una marca de cigarrillos canaria. Sí sé que teníamos prohibido entrar en una habitación que era despacho y quizás estudio fotográfico, y tenía la mayor colección de tebeos que he conocido. Un año, en el que fuimos también por navidades, me regalaron un diccionario pequeñito español-inglés. Recuerdo la portada roja y también recuerdo que lo tuve bastantes años. Creo que era iter y tenía un guardia inglés con penacho negro y un autobús de dos plantas en la portada. Una noche llegué a casa llorando porque me choqué contra un árbol en la plaza y me partí la cara. Estábamos jugando a dirigir el tráfico y alguien hizo caso omiso a mi señalización. Me di la vuelta rápidamente y salté hacia atrás. No sabía que ese árbol estaba allí. Todavía me queda una arruga cuando sonrío.

domingo, 22 de enero de 2012

Empezar a escribir

Voy a empezar a escribir. Entre voces distantes y vanidades, voy a empezar a manejar mi modélica soledad.

Cuéntame tu historia. ¿Tienes algo que contar? Responde. Si es así, siéntate a mi lado. Te escucharé con todas mis fuerzas. Te atenderé y te amaré. Nadie más te va a prestar nunca tanta atención. No tengo nada más que hacer.

Si no tienes nada que contar, pero estás dispuesto a escuchar, dímelo, también puedes entrar y sentarte conmigo.

Mi cuerpo está herido. No podrá atenderte como quisiera, pero te ofrece lo que tiene. Te ofrezco lo que tengo. No sé si te gustará ni si será suficiente para ti.

Si yo encontrara algún sitio en el que me gustase todo, sería mucho más feliz. Pero no, no lo hay.