martes, 19 de abril de 2011

El Poema de Áyax, de José María Algaba

ÁYAX ENTRE NOSOTROS



El poema de Áyax
José María Algaba
VII Premio de Poesía Aljabibe
Endymión, Poesía
ISBN: 84-7731-433-0
61 páginas
Madrid, 2006
      
Siempre me gustaron las historias tristes. Todas menos la mía. Un hombre que no para de reír, pero que en realidad suplica que lo salven a los ojos más tristes y hermosos del mundo. Si algo empezaba a gustarme lo iba haciendo mío y acababa poniéndome en su lugar: la historia de Áyax, por ejemplo. Y me gusta cómo me la cuenta José María Algaba, una voz diferente, la voz a la que todos íntimamente aspiramos:

Habito en un espejo. Obedezco. Las bayas me alimentan
y caen sobre mí animales sombríos, ingravidez y mirtos.


         La historia de Áyax es conocida: el más fuerte entre los guerreros aqueos que van a Troya y el más valiente. Al caer Aquiles con la flecha de Héctor, solicita su puesto. No se lo dan y esa noche, creyendo matar a todos los que prefirieron a Ulises, creyendo haberse convertido en un héroe, da muerte a un rebaño de corderos. Cuando lo descubre no soporta la humillación y se suicida clavándose su propia espada. José María Algaba traslada esta historia al presente. Áyax es el poeta que lucha por ofrecer al mundo sus poemas, a un mundo que conforman su padre y sus hijas.

        Decía Peter Handke que en nuestra vida sólo hay dos momentos esenciales: aquel en el que somos hijos y observamos incrédulos y rebeldes cómo nuestros padres desean formar parte de nuestras vidas; el segundo es cuando tenemos hijos y tratamos de hacer lo que vimos intentar a nuestros padres, que ya no están. Algaba también vive esos dos momentos con las armas de Áyax y con el conocimiento pleno de este mundo. Asume sus momentos más gloriosos y también los de humillación y dolor. Cuando escribe lo hace con sangre de su propia sangre.

Hijas mías, el poema
luchó contra la muerte.


        Porque sabe que el poema que mata es también la única salvación.

No hay más sustancia que la que tienen las palabras
inextricables, luminosas como el pan en la mesa.


        La otra manera de sobrevivir es el hijo. Así aparece en “Casandra, hija mía”, el poema central de esta primera parte del libro. Su hija, como la hija de Príamo, es la única que tiene las respuestas. Pero son respuestas inútiles porque en nada van a cambiar el rumbo de las cosas. La presencia de la hija le evoca también el lado más amable del padre y juntos le dan momentos de belleza, como la que disfrutamos los afortunados lectores de este libro.

Interior con islas, de Manuel Moya

UN SUR DONDE ATRACAR




Interior con islas
Manuel Moya
Pre-textos, Poesía
ISBN: 84-8191-783-4
82 páginas
Valencia, 2006

La insularidad es uno de los grandes temas de Manuel Moya. No de Manuel Moya, sino de Manuel Moya. Dejen que me explique: hay varios Manuel Moya. Algunos son muy obvios porque usan otros nombres; otros no lo son tanto porque para confundirnos llevan el suyo. De todos ellos prefiero a los dos que más difieren: a Violeta C. Rangel, la aventurera que cada noche atraca en un cuerpo distinto a cambio de unas míseras monedas o, a veces, por unas pocas palabras que le son gratas o algo de calor, y al viajero, el explorador de tantas islas lejanas en el tiempo y en el espacio.

         ¿Qué lleva a un poeta serrano y profundamente arraigado en su tierra a dirigir su mirada a las islas? Alguna vez lo ha explicado:

Capturar esas islas, trazarlas sobre el círculo impar de la camilla, fue una grata aventura.

        Y todo ello unido a su particular sentido de obra en marcha o como él la prefiere llamar:

la duna móvil que puede ir dejando atrás, a la vez que añadiendo, elementos en su camino.

        El camino es un proceso de interiorización:

… a las islas no se llega por el mar ni por la vida.
Existen allá donde la luz cruza el espejo.


        Y la mayoría de las veces no tiene retorno:

De ellas no se vuelve, mas si vuelves
no podrás volver del todo.
En sus playas he agotado cuanto fui.


        De todas estas islas yo prefiero “Guanarteme”. Quizá sean razones personales las que me llevan a esta elección. Mis veranos canarios, la familia que es junto a las lecturas lo único que realmente me pertenece, también la belleza:

Nada te costará aceptar que acaso sea la isla más hermosa de la Tierra. Hermosas serán a tus ojos sus mujeres, su apagado volcán, su luz violeta.

        Suscribo estas palabras como si fueran mías: no, realmente son mías. Yo también busco

… un sur
donde atracar…


        Y a veces, la mayoría de ellas, lo encuentro en la mirada de estos versos que me ayudan a cruzar el espejo.