martes, 17 de mayo de 2011

La tormenta

Vuelven las tormentas con fuerza. Los días amanecen con el cielo encapotado. Se hace difícil asistir a uno de los espectáculos más hermosos que conozco: el cuarto creciente de la luna desde mi jardín. Ahora mismo empieza a llover con fuerza.  Me dicen que es lo normal en Aracena, que aquí siempre ha sido así. A mí las noches de tormenta no me molestan. Me recuerdan a alguien que les tenía tanto miedo que aprendió a no dormir sin escuchar de cerca mis latidos. Yo le contaba historias que iba improvisando mientras la lluvia golpeaba los altos de mi casa.

        Son fechas de campaña electoral. Siempre evito hablar de política, pero hoy me he tropezado con una noticia muy curiosa. Resulta que el párroco de Aracena ha recomendado el voto al PSOE porque según él es la mejor opción para los cristianos. No voy a criticar que lo haga ya que la mayoría de los obispos han señalado directamente a la derecha. Esto al menos supone un avance. Lo que no deja de sorprenderme es que se refiera al candidato del PP públicamente, en privado allá cada cual con su conciencia, como “el gordo ese al que nadie conoce”. La tormenta cae con más fuerza. Me dicen que es lo normal, que aquí en Aracena siempre ha sido así. El desenlace de la historia no deja de ser curioso. El candidato del PP escribe una carta al obispado de Huelva pidiéndole amparo y le recuerda al párroco de Aracena que no tiene nada que temer de él ni de su partido, que el dinero que el Ayuntamiento está invirtiendo en las obras de la parroquia incluso aumentaría si él llegara a la alcaldía. Lo dicho, prefiero no hablar de política.

        Esta mañana he visto una viñeta de Forges que, además de hacerme reír, me parece que representa lo que algunos pensamos de la mayoría de los políticos en campaña electoral. El marido con el delantal puesto y la sartén en la mano le dice a su señora, que está sentada viendo la tele: “Hoy hago yo de cenar. ¿Dónde está la cocina?” Ahora parece que estos señores se empeñan en hacernos de cenar, pero muy pocos saben siquiera donde está la cocina.

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